Frío como la nieve pero de fuego por dentro. De cabello negro y ojos dorados. El fuego de su interior quemaba tanto que destellaba en sus enormes ojos rasgados. Me miraba mientras escribía sobre él, mientras lo soñaba pálido y sublime. Su mirada, hipnótica, me hizo caer en un nuevo sueño, de letras flotantes y frases incompletas.